Cualquier proceso de desarrollo socio-económico,
por definición debe partir de la comunidad o no es desarrollo; esta afirmación
es fácil hacerla pero en la práctica resulta un quebradero de cabeza. Ocurre
que pensar y decidir por otros es siempre más fácil y conveniente si se le
compara con las dificultades que genera consultar, debatir, consensuar y decidir
con la gente que en definitiva es la enfrenta el problema; así que no habrá
desarrollo local de ningún tipo si la comunidad no lo gestiona.
Esto viene a cuentas porque cualquier funcionario
público y no pocos organismos de la cooperación, tienden a “llevar soluciones”
a la problemática de la comunidad, desde la percepción de los técnicos y en
otros casos, todavía más grave, desde la propuesta de políticos que, con
escasísimas excepciones, sus actos nunca se matriculan con procesos de
desarrollo que, como sabemos, los resultados solo se tienen y se pueden medir
en el mediano y largo plazo.
En descargo de los funcionarios, técnicos y
políticos que ahora manifiestan esa conducta, hay que decir que ellos(as) no se
inventaron esta manera de entender las cosas, pero sí la encuentran conveniente
a su búsqueda de resultados inmediatos. Un buen ejemplo de esa conveniencia es
la tendencia a apoyar la construcción de obras de infraestructura social que,
como las escuelas, los sistemas de agua y saneamiento y otros, en solo un par
de meses están listas para una buena foto.
Intento decir con esto que cada comunidad debería
tener definida su problemática de desarrollo, las alternativas de solución, los
proyectos y la prioridad con que se deben gestionar y ejecutar. Es decir, el
desarrollo de la comunidad no puede ser definido y mucho menos conducido desde
la municipalidad, desde los políticos (as) o desde la cooperación pero, para
ello es necesario desarrollar la capacidad de la comunidad de tomar y sostener
la iniciativa de esos procesos y por fin dejar de aplaudir a otros.
Puestos acá, los teóricos sobre esta temática
coinciden en que una comunidad funciona como tal si reúne al menos 3
condiciones: Primero, los habitantes tienen una clara identidad con su
comunidad, se sienten parte de ella, segundo, han construido la
institucionalidad –la organización necesaria- para gestionar el desarrollo de
la comunidad y finalmente, cuentan con los instrumentos que permitan a esas
organizaciones hacer su trabajo de gestión y ejecución.
Si le encontramos sentido a este concepto, pensemos
por un momento en algún barrio o aldea de Marcala o de cualquier municipio y,
dando por aceptado que la gente tiene identidad con su comunidad, evaluemos el
estado organizativo existente, la existencia de planes de desarrollo y
proyectos formulados, la disponibilidad de mano de obra calificada y otros
recursos de contraparte, el nivel de vinculación hacia afuera de la comunidad
para canalizar recursos externos que ahora no se tienen, etc.
Hecho este ejercicio, compartirán conmigo que solo
yendo a la comunidad es posible conocer la problemática existente y que solo
con su gente se podrá definir el tipo de intervención y la prioridad con que
debe atenderse. Que así sea.
Jorge Barralaga,
Correo:barralaga@yahoo.com
El Marcalino año 8, Edición 354
7 de agosto del 2014
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