Por:
Oscar Mauricio Ramos Henríquez
Cuando uno tiene entre siete y dieciocho años se
inventa una serie de juegos y concursos que para la edad son muy importantes
como quién se comía una enchilada más rápido, quién se atravesaba más rápido la
poza de la chorrera, quién aguantaba más
“debajo de agua” o quien llegaba más rápido al aula de clases (éramos “bombillos” para estos tiempos).- Pues , uno
de tantos concursos que nos inventamos en aquella época fue quién se metía un
paleta completamente en la boca (las paletas eran relativamente grandes , tal
vez el doble de las que hoy hacen); bueno, uno de mis compañeros que vivía por
el parque soberanía y que fue el de la idea, fue el primero en querer realizar
la hazaña; abrió cuanto pudo la boca y luego al querer cerrar la misma, algo
paso y solo alcanzamos a oírle: “O ueo
ea a oca” (no puedo cerrar la boca), y en efecto, cuando abrió la boca, la abrió tanto que se
le destrabó la mandíbula inferior lo que impedía que la cerrara.- Allá íbamos
el grupito de güirros como hormigas llevando una cucaracha hasta “la botica”
del dr. Bonilla que ya atendió al paciente con aquella “inusual molestia”
dejándolo como nuevo, no sin antes darnos una regañada, en una forma muy
educada como lo era él, sin levantar la voz, con una paciencia de santo que
tenía y que más o menos dijo: “miren jovencitos, la boca se usa mayormente para
comer y para hablar, no para andar haciendo competencias de quien la abre más,
no les voy a cobrar pero no estén haciendo ese tipo de tonterías”, así regresamos
a clase, con el paciente curado y ya sin ganas de inventar otro concurso (por
lo menos un par de semanas).
¡clan!,¡clan!,¡clan!,¡clan!,
sonaron las campanas una mañana cualquiera y no era domingo; lo que hizo salir
al sacerdote de la casa cural para dirigirse a la iglesia y reclamarle al
sacristán que por qué había sonado las campanas si no había misa programada a
lo cual el sacristán respondió que él no había sido.-“ Pues entonces fue que
dejaron abierta la puerta y algún travieso las fue a tocar”; fueron a revisar y
efectivamente, la puerta que conducía al campanario estaba abierta y fue
cerrada con un candado.- Todos volvieron a sus actividades normales pero pasado
un par de horas, otra vez ¡clan!, ¡clan!, ¡clan!, ¡clan! …
Publicado por El Marcalino
Edición 332, 11 de febrero del 2014
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