Por:
Oscar Mauricio Ramos Henríquez
Siguiendo con los
personajes que he conocido a lo largo de mi vida, está don Beto Medina, que aún
vive y que ya transita por su novena década de existencia; su papá fue el coronel
Medina que era el dueño de parte de las tierras en el campo Colón (creo que el
otro dueño era el padre Salgado) y que permutó con unas tierras en Ocotal
Oscuro para que hicieran allí la pista de aterrizaje.- Él mismo trabajó en la punta norte de esa pista para lograr el
kilómetro de largo que requería la misma para que fuera aprobada por
aeronáutica civil (anteriormente la pista se ubicaba en los llanos de San
Antonio).
Es interesante platicar con
gente mayor porque lo trasladan a tiempos pasados donde la rutina del pueblo
era más lenta, un viaje a Tegucigalpa implicaba por lo menos dos o tres días de
ida y otros tantos de vuelta, no como ahora que usted se puede ir por la
mañana, hacer sus “diligencias” (mandados) y estar de nuevo en su casa por la tarde.-
A mí en mi niñez me tocó todavía los viajes de un día para ir, uno para hacer
los mandados y otro para regresar pues el transporte salía en la madrugada
tanto de Tegus como de Marcala y solo había un viaje, pues no había tanta gente
que viajara como ahora donde usted puede escoger diferentes empresas y horarios
para hacerlo (por cierto que el servicio era tan personalizado que lo iban a
buscar a su propia casa tanto en Tegus como en Marcala).- Siempre me gusta
preguntarle a la gente mayor cuál es el secreto de su longevidad y como común
denominador responden que la vida hay que llevarla con tranquilidad (sin
sofocos); lo único que no me gusta de don Beto es que me dice que cuando él se
muera, se va a llevar un “acompañante” del barrio y que viva más abajo de la
casa donde él vive, con tal que no me
“eche el ojo a mí” todo va bien.
Una ya fallecida que conocí
fue Concha Montes que era una mujer de tez trigueña oscura, de rasgos muy
atractivos (a pesar de que la conocí ya mayor) y que tenían una forma peculiar
de vivir su vida; quería mucho a tía Albita y a mi abuela, con mi mamá no
congeniaban y tenían su forma de pelear
; a mi mamá la llamaba “Raymunda” en alusión a mi bisabuelo Raymundo que era un
señor muy enojado.- Mi abuela debió de
haberla querido mucho pues la fue a visitar en su lecho de muerte; mi abuela no
era muy dada a andar visitando gente, solo recuerdo que visitaba a la señorita
Medarda Montoya (la niña Lala) que vivía enfrente de la escuela Marco.– ….
Seguirá
Publicado por El Marcalino
Edición 330, 28 de enero del 2014.
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