Por Jorge Barralaga
Cada vez que se insiste en la
solución de un problema por la vía de la represión, asumiendo que la
delincuencia es el enemigo, solo se enfoca los efectos y no las causas como
debe ser, por eso el fracaso es irremediable. Y esto es tan de sentido común
que no se puede descartar que detrás de la iniciativa de la unidad policial
TIGRES, hay en realidad propósitos diferentes que no se van a reconocer
públicamente.
Más allá del concepto
clásico del Estado, como “…el conjunto
de instituciones que gobiernan a la población residente en un territorio
delimitado…”; está el Estado como resultado histórico de dominación o hegemonía
de una clase social o bloque de clases en el poder, que impone sus leyes,
creencias y valores a las clases dominadas y esa imposición se ejerce a través
del sistema de justicia y la policía, entre otros mecanismos.
Así que no es casual
que las cárceles estén llenas de pobres y que quienes toman las decisiones
fundamentales en el país solo sean ricos, o estén en camino de serlo. Luego,
desde el punto de vista social, es de esperar que una nueva unidad policial
solo se sume a las ya existentes para mejorar la capacidad represiva del Estado
y seguir llenando de pobres los juzgados y las cárceles del país.
El apunte es
necesario para entender que el papel fundamental del ejército y la policía en
cualquier sociedad o sistema político, es preservar el sistema y sus
instituciones y que la noción de amenaza mayor no es el crimen organizado y
mucho menos la delincuencia común. De
hecho, en la percepción de la mayoría, la línea divisoria entre delincuentes y
policías cada vez se nota menos, hasta el punto que necesitaron cerrar toda la
DGIC.
El mejor ejemplo de
esta afirmación es la represión desatada a partir del 28 de junio del 2009,
sabían que las movilizaciones eran de trabajadores(as), estudiantes, maestros,
pequeños productores y comerciantes y aún así, la represión dejó muertos,
lisiados y encarcelados, sin comparación alguna con la represión a la
delincuencia. Lo mismo pasa en el Bajo
Aguán, es corredor del narcotráfico pero los que caen son campesinos pobres.
Ahora, a 4½ meses de
las elecciones generales, el partido LIBRE lidera las encuestas de opinión y
los grupos de poder sienten una verdadera amenaza sobre las leyes e
instituciones que sostienen el modelo económico neoliberal existente y los
negocios fáciles desde el Estado. Eso los aterra y es de esperar que recurran a
todos los mecanismos en sus manos para impedir los cambios que demanda el
pueblo hondureño.
Mientras tanto, Juan
Orlando aplica el guión de su asesor JJ Rendón, enfila la campaña a dibujar en
la mente colectiva un solo enemigo, “la izquierda radical” y a partir de ahí se
justificarán actos de violencia provocados y nuevamente, entran en escena los
órganos represivos del Estado, entre ellos, la tan llevada y traída unidad
policial TIGRES. El crimen organizado no amenaza el sistema y por eso no es
prioridad.
El Marcalino año 7,
Edición 303
11 de junio del 2013
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