Recordar,
compartir, reír, contar, reconocer y gozar. Encontrarse, mirarse, hacerse
justicia con la palabra, anecdotarse la vida, recrear el amor y abandonar la
impotencia. Todos estos son actos irrenunciables. Sobre todo el mágico y
maravilloso acto de vivir en la intensidad de los minutos como gotas, como
suspiros y besos.
Falta
de renuncia es la vida de doña Bertita, que ha hecho todo lo que una vida y
muchas más podrían hacer, en un camino que se abrió entre pinares y
liquidámbares, ante la ignominia de un tiempo de machos, militares y corruptos.
Acompañada por seres particulares que escogen luchar como forma de
vivir y poner sus inteligencias y dones para para acompañar a otros seres. Homenajeada
este 25 de agosto del 2012 por iniciativa del centro cultural Malayerba y el
COPINH quiénes impulsadas por el deseo de mirarse en el agua clara de un rostro
que arrimando a los ochenta guarda el sol, el viento y la belleza de esta
tierra intibucana, conspiraron en tiempos y actos para hacer un programa lleno
de música, poesía y memorias de dignidad.
A
doña Bertita le sobraron ese día las rosas y los abrazos; los agradecimientos
multiplicados, los encuentros y las ausencias. Le cantaron los del grupo
Sidharta, el Coro corazón lenca y el dúo de la ENO. Le danzaron y actuaron los
del teatro Zalabanquira, la saludaron virtualmente y le recuperaron de todas
partes de su vida e imágenes, historias que no acabaron de contarse, a pesar de
que estuvimos en celebración por más de cuatro horas. Cómo contar
esta historia intensa de una mujer que defendió siempre su derecho y los de
otras y otros. Con cohetes de vara se abrió el programa, a la usanza
de los pueblos campesinos y con el copal de los lencas que sahumeria y reparte
la buena energía. De ahí se inició una serie de actuaciones programadas para
construir un evento inolvidable.
En
el corazón de esta actividad ella tomó la palabra para decirnos: “Quiero
ofrecer este homenaje a todos los y las que luchan por un mundo sin violencia,
sin discriminación ni egoísmos, sin envidia, sin pobreza. Por un mundo lleno de
amor, de buena tolerancia, de respeto, de ternura, de convivencia
armónica”.
La
gente de la Esperanza tuvo una tarde de paz, entre tantas nubes de guerra. El
acto irrenunciable se grabó en nuestros territorios íntimos. Y así seguimos
todavía, celebrando la vida que nos conmueve, que nos muestra caminos, que no
se entrega sino a la pasión de ser vivida como merece la pena.
Melissa
Cardoza, La Esperanza, 27 de agosto 2012
Publicado por El Marcalino
Edición 265, 28 de agosto del 2012
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