¡Los
he visto tan tristes, que me cuesta pensar cómo siendo tan tristes, nunca
puedan llorar!...
Y
siempre son así: ya sea que la tarde los bese con sus besos de suaves
arreboles, o que la noche clara los mire con sus soles, o que la fronda alegre
con su sombra los guarde…
Ya ascendido la cuesta que lleva al caserío, entre glaucas hileras de
cafetos en flor… o mirando las aguas de algún murmurador arroyuelo que corre
bajo un bosque sombrío…
¿Qué
tendrán esos ojos que siempre están soñando y siempre están abiertos?...
¡siempre húmedos y vagos y sombríos e inciertos, cual si siempre estuviesen en
silencio implorando!
Una
vez, en la senda de una gruta florida yo vi un buey solitario que miraba los
suelos con insistencia larga, como si en sus anhelos fuera buscando, ansioso,
la libertad perdida...
Y otra
vez bajo un árbol y junto a la carreta cargada de manojos, y más tarde en la
hondura de una limpia quebrada, y en la inmensa llanura, y a la luz de un ocaso
de púrpura y violeta…
¡Siempre
tristes y vagos los ojos de esos reyes que ahora son esclavos! Yo no puedo
pensar cómo, siendo tan tristes, nunca puedan llorar los ojos de los bueyes…
Alfredo Espino/El Salvador
Publicado por El Marcalino
Edición 347, 10 de junio del 2014.
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