14 de octubre de 2012

Los bolitos


Los bolitos mueren despacio.
Los asesinan con premeditación y alevosía los que producen bebidas alcohólicas todos los días, con el permiso del gobierno.
Sólo apresuran su muerte cuando a los asesinos, por su amor al dinero, se les ocurre mesclar etanol  u otras sustancias letales, al licor en que los bolitos buscan la alegría o el escondite de sus penas.
Los bolitos mueren de uno en uno, diariamente, a cualquier hora. Se quedan dormidos en brazos de la muerte, arropados por el frio y el rocío de las madrugadas o consumidos por el fuerte sol que los quema cual infierno.
Trabajan, pidén, ponen cara de sufridos, para conseguir su trago no importa el precio.
Son puntuales en los velorios, hasta el llanto. Para beber ese trago que los mata y que irónicamente no falta en los velatorios.
Con los bolitos mueren sus hijos, sus hijas, sus mujeres, sus hombres, sus familias, su sociedad, lentamente. La muerte y el sufrimiento están siempre en las botellas.
Los hijos de los bolitos llevan el sufrimiento en sus espaldas y en sus corazones. Saben que sus padres mueren lentamente. Están seguros que en su casa hará falta la comida, los libros, la medicina, el amor. Les duele el sufrimiento de sus madres. Saben que el alcohol mata también la ternura de sus padres, que la violencia aparece en su casa con cada trago. Lo peor es que tienen conciencia que su sufrimiento a nadie le importa.   Continuará ...

Publicado por El Marcalino
Edición 271, 9 de octubre del 2012 

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