Por Jorge Barralaga
La
frase la escuché de un amigo que, me consta, no tiene acceso a mucha
información, tampoco ha tenido la oportunidad de mayor formación política o
ideológica, mucho menos económica o sociológica, pero no tuvo la menor duda en
afirmar que las tales ciudades modelo no son cosa buena para el país. Por
supuesto, le pregunté por qué y su respuesta fue esta “hoy escuché que las defendía
un enemigo de Honduras, Oswaldo Ramos Soto”.
Creo
que esto es también cosecha del 2009, para muchos hondureños como mi amigo,
ahora está claro quiénes son los que perpetraron el golpe, los que ordenaron
reprimir, los que impidieron una consulta al pueblo, los que oraron en el
congreso para que Micheletty consolidara el golpe de Estado. De manera que,
cada vez que estos personajes hablan, resulta fácil saber dónde está la verdad.
Eso
está bien, indica que de una u otra manera el pueblo está tomando posición
sobre el tema y será en el camino de esta lucha por nuestra soberanía, cuando
irá ganando más criterio para hacer la defensa en los debates de la calle.
Mientras tanto, agrego a ese debate algunos argumentos que me parece que
complementan el análisis de mi amigo, para ir construyendo la explicación
necesaria contra las ciudades modelo.
Quienes
defienden las tales ciudades… explotan el problema del desempleo para
justificarlas, afirmando que éstas generarán mucho empleo y los hondureños (as)
viviremos mejor; pero no hablan del costo-país de esos puestos de trabajo,
asumiendo que en efecto los habrá. En realidad se trata de otra maquila pero
sin soberanía sobre el territorio que ocuparán.
Ocurre que en cada parcela
que se entregue a los inversionistas, el Estado de Honduras renuncia durante 99
años a cobrar impuestos, a legislar, a
administrar justicia, a ejercer control de la seguridad y para rematar, solo
los propios habitantes de la ciudad modelo podrán decidir el cambio de ese
estatus, si la votación fuese mayor del 66% de los habitantes. Es decir, el
resto del pueblo hondureño queda impedido de decidir nada con su voto, sobre lo
que deba hacerse en esos territorios.
Otro
punto para no perder de vista, es que esta propuesta está lejos de ser nacional,
dígase de Juan Orlando, de Pepe o de
cualquier otro (a) de los ya fueron acusados de traición a la patria. Todos
(as) debemos tener claro que ese proyecto pertenece al capital transnacional,
cuyo único interés es su reproducción y para ello necesita controlar bajo sus
propias reglas, cada parcela de nuestro territorio, para explotar mano de obra
barata y todos los recursos naturales allí existentes.
Pero,
esto que parece tan oscuro, no lo es tanto. El pueblo hondureño tiene ahora la
oportunidad histórica de decidir su futuro, arrancar el control del poder del
Estado de la oligarquía gobernante y del bipartidismo y empezar la construcción
de un modelo de sociedad en la que el interés de la vida de cada catracho (a)
esté por encima de la ganancia que alimenta al capital extranjero y de sus
lacayos nacionales.
Publicado por El
Marcalino
Edición 268, 18 de
septiembre del 2012
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