9 de marzo de 2010

cuento

El niño que puyaba
Por Roger Medina
Segunda y última parte.
La primera vez que salió a una misión real fue en un lujoso hotel, realizo tan bien su trabajo que el vetusto político que tenia a cargo no solo no se durmió sino que se miraba hasta más joven y vivaz. Después, salió en cadenas nacionales de radio y televisión, cuando se leían decretos recién aprobados, en conferencias de prensa y nunca nadie lo noto, no se tropezó con nada, y fue solo cuando paso frente a un espejo que se dio cuenta que realmente era invisible. pasaron unos meses después de que fue a esa caravana a ese pueblo que le pareció tan familiar y fue durante una reunión del congreso que se transmitía en vivo, acababa de puyar a pimpón para que no se durmiera, sintió que alguien lo estaba viendo, voltio y miro a un niño como de su edad, pero soy invisible se dijo, volvió a puyar a pimpón pero este no se movió, cambio de posición lentamente y lo volvió a puyar, sintió que lo seguían viendo, voltio y miro que el otro niño le saludaba con la mano, fue entonces que se percato que pimpón no roncaba, lo volvió a puyar y tampoco respondió. Esta muerto le dijo una voz suave, voltio y miro al otro niño, es la única forma de que suelten el poder le dijo, como puedes verme le pregunto, yo también soy como tú le respondió, es hora de ir a la oficina dijo, deja que se den cuenta de que está muerto, se lo merecía..... Salieron juntos del congreso, caminaron hasta el parque Finlay, esperaron el bus que pasaba por casamata y lo abordaron, antes de bajar le pregunto si se volverían a ver (los dos sabían que eran invisibles para el mundo) y el le contesto que eso era seguro, este año hay tantas caras nuevas y tantas rejuvenecidas y además todos los vejestorios de la política de este país están destinados a morir en el poder sedientos de poder.... Seguiremos puyando por un largo rato.... Mientras decía esto en el congreso se decretaba duelo nacional, se enviaban telegramas a la familia que vivía en un pueblo lejano y fronterizo, se nombraba una comisión que se encargaría de montar en el parque central de aquel pequeño pueblo un acto solemne donde se mostrarían diapositivas de la sacrosanta vida del mártir que acababa de morir, se mando comprar de emergencia una generador eléctrico portátil (ya que este héroe nacional no pudo llevar la energía eléctrica ni a su propio pueblo), se guindaban moños negros en todos los edificios del gobierno y se mandaban a pintar de emergencia todas loa escuelas, colegios, edificios, calles etc., que llevaran su nombre, por tres días se tendría que hacer un minuto de silencio antes de cada comida mientras y en posición de reverencia se pedía al cielo que acogiera a tan benévolo ser terrenal, no se podría celebrar fiesta alguna y quedaban clausuradas todas las ferias hasta nuevo aviso, las mujeres que estuvieran embarazadas y desearan poner el nombre de este padre de la patria a su hijo tendrían una beca hasta el sexto grado y si el niño era primerizo hasta el bachillerato y para no crear descontento en el gremio femenino también se decreto que la niña que naciera y fuera asentada como Pimpona gozaría de los mismos privilegios..... Los niños invisibles se volvieron a encontrar en el entierro, mientras aviones sobrevolaban la ciudad, y cadetes impecables hacían el saludo a la reina frente al ataúd adornado con las mejores flores, y donde a través de un pequeño vidrio se podía ver al regordete ocupante, alguien con voz melodiosa comenzó a cantar el himno nacional, puedes ver a los otros niños le dijo, si ,no sabía que fuéramos tantos, pero ahora entiendo porque, a que te refieres pregunto el otro, a que un pueblo sin héroes tiene que inventarlos.
Roger Medina. Noviembre 2009

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